Una ayuda no adecuada

“En verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.

Hebreos 12:11.

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”.

Proverbios 3:5-8.

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.

Salmos 139: 23-24.

 

Tengo que confesar que cuando vi por primera vez la propuesta de lectura de este libro; no experimenté precisamente emoción. Hacía ya un tiempo había visto este título y francamente pensé que iba a resultar aburrido y hasta anacrónico.

Y en realidad, cuando comencé a leerlo, tengo que decir que me sentí confrontada, pero de un modo, digamos, negativo. Porque las ideas que presentaba la autora, me resultaron antipáticas y poco solidarias.

En un principio, pensé en abandonar la lectura, asumiendo que iba a ser una pérdida de tiempo. ¿Acaso esta autora me había visto trabajar sin descanso?, ¿con qué derecho se atreve a sugerir que esté arreglada para mi esposo, después de un incansable día con los asuntos de la casa y los niños? Amo a mis hijas y amo el ministerio de criar y educar hijos para El Señor. Pero nadie puede decir que sea una labor precisamente descansada y fácil. Y además de todo, debo atender las pretensiones de un esposo que tal vez no comprenda en su totalidad el esfuerzo que implica para una mujer estar para todos y para todo.

¡Já!… ¿pero qué es ésto? Era la frase que me repetía una y otra vez a medida que avanzaba en la lectura. ¿Debo tenerle la comida caliente y además no esperar que me ayude?… Por años, le insistía a mi esposo que, si bien él trabaja diariamente para proveer, yo trabajo en un horario de siete por veinticuatro, prácticamente sin descanso; por lo cual, lo mínimo era que me ayudara en algo por las noches y el fin de semana.

Lo curioso es que no paraba de orar y pedirle al Señor que me ayudara a ser la esposa y la madre que mi esposo y mis hijas necesitaban. No entendía por qué, este proceso no llenaba mis expectativas y siempre, por más que me esforzara no lograba que mi hogar y mi matrimonio funcionaran de la manera que esperaba.

Mientras oraba, siempre venía a mi mente el mismo versículo: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores. Pues que a su amado dará Dios el sueño”. Salmos 127:1-2.

Nunca entendía por qué no lograba que las cosas funcionaran mejor y ¿qué me quería decir El Señor con este versículo?

Sin embargo, decidí, o dicho mejor, El Señor me animó a continuar con la lectura, a pesar de lo que pensaba hasta ese momento. Me da vergüenza admitir que me reí y decía para mis adentros; ¿cómo voy a enseñarle a mis hijas semejante cosa?… Pero Dios nos ama tanto como para dejarnos en la ignorancia y en la necedad y me tenía preparada una sorpresa maravillosa; solo era cuestión de tiempo para comenzar a apreciar el mensaje que la autora quería transmitir.

En algún momento de la lectura, mis ojos fueron abiertos y mi corazón contristado. Empecé a darme cuenta cuán lejos estaba del diseño de Dios para la mujer, para la esposa y para la madre. Estaba convencida que lo conocía. Creía que por haber escuchado varias conferencias de mujeres acerca del tema, por haber leído libros, artículos, etc. y dar un “me gusta” a las opiniones en contra de los manifiestos feministas, estaba caminando en la voluntad de Dios y tenía la cosmovisión correcta. ¡Qué engañada estaba! Resulté ser más feminista que las feministas. Estaba caminando en la dirección contraria y no me había dado cuenta.

¡Qué agradecida estoy con El Señor por haberme revelado la miseria de mi corazón!

Por primera vez sentí que me quité un peso de encima. Entender que Dios en Su sabiduría dispuso un orden perfecto en la familia y una forma de hacer las cosas, trajo libertad a mi alma.

Me di cuenta de que estaba apoyándome en mi propia inteligencia, estaba asumiendo actitudes y comportamientos rebeldes y mezquinos, pero creyendo que era una esposa sumisa y comprometida con agradar a su esposo. Sólo veía sus defectos y definitivamente estaba usurpando un papel que no me correspondía.

El orgullo por supuesto afloraba y de algún modo me sentía mejor que él.

Lo primero que hice fue ir a mi esposo y pedirle perdón sincero por haberle lastimado y faltado de muchas maneras. Él también me pidió perdón, aunque para ser honesta, en este punto, ni siquiera podía recordar que tuviera algo qué perdonarle. Y cada vez que me daba cuenta de otro aspecto en el que estaba faltándole, iba de nuevo a pedirle perdón. Algunas veces, sentí la necesidad de solicitar ese perdón delante de mis hijas, ya que delante de ellas actué de manera pecaminosa.

Mis palabras se quedan cortas para expresar el milagro que ha ocurrido en mi familia; pero principalmente en mí.

El Señor ha usado este libro para traer revelación a mi vida de una manera en la que jamás pensé que pudiera ser posible.

Fueron muchos años en los que luché y me enfrasqué en las mismas confrontaciones con mi esposo. No podía ver que yo era el problema. No podía ver que era yo quien estaba haciendo las cosas a mi manera y no a la manera de Dios.

Por primera vez, Las Palabras del Señor en relación con el papel de la esposa resonaron en mi corazón tan fuerte, que me invadió un profundo temor y reverencia. Estaba blasfemando y no estaba obedeciendo.

Se que El Señor me ha perdonado y estoy convencida que ya comenzó a enderezar mis veredas. ¡Toda La Gloria Sea para Él!

Han pasado pocos días, pero el ambiente de mi hogar ¡ha cambiado para bien! … No estoy esperando que mi esposo me ayude, porque él siempre lo ha hecho, solo que yo no lo apreciaba.

Le dije que estaba dispuesta a apoyarlo en ciertos planes que alguna vez me compartió y sobre los que yo había mostrado rechazo en aquel momento.

Todos en la familia hemos sido beneficiados cuando mamá entendió que no era papá el que tenía que cambiar, no era la casa la que tenía que estar perfecta. Cuando ella se volvió en humildad al Señor y reconoció que se había dejado tentar tomando un poder y una posición que no le correspondía, buscando su propia satisfacción egoísta.

¡Es maravilloso lo que El Padre Celestial puede hacer!

Dios sabe que estoy decidida a obedecerle, se que no puedo hacerlo sola, pero en Jesús todo es posible. Su Espíritu, que me ha guiado a la verdad, por Su Gracia me seguirá guiando en el proceso de ser su ayuda idónea.

 

Sally Stephanie

 

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