Desarrollar hábitos para la gloria de Dios

Este libro me hizo pensar que un hábito es un «lugar», por así decirlo, que ocupamos o habitamos, pues cuando son establecidos se vuelven prácticamente parte de nosotros, es decir, ya ni siquiera pensamos en ejecutarlos, simplemente lo hacemos porque en ellos es donde actuamos diariamente, aun en lapsos de tiempo tan pequeños como dos minutos.

Sin duda, adquirir hábitos que ayuden a desempeñar nuestros roles como creyentes, esposas, madres y cualquier otro, es importante y puede suponer un gran reto, pero James Clear en su libro Hábitos Atómicos nos presenta una manera para hacerlo más sencillo, llevándonos de la mano en cada paso del método que ha diseñado para este fin.

Para mí, dos elementos clave en el tema son nuestra identidad y nuestras responsabilidades.

La primera es vital en el proceso de formación de hábitos; llegará un día (no muy lejano, tal vez el segundo o tercero a partir que intentemos establecer uno) cuando el esmero inicial se perderá, y es aquí donde necesitamos tener clara, en la medida posible, nuestra identidad para impulsarnos a continuar.

Sucede algo paradójico; los hábitos transforman la identidad y ésta, a su vez, se forma en nuestro diario vivir por pequeños hábitos. ¿Cómo lograr entonces que la identidad impulse la formación de hábitos? Es entonces que las responsabilidades toman importancia. Para James Clear, detrás de cada sistema de acciones hay un sistema de creencias, por tanto, debemos preguntarnos ¿Quién soy?, ¿Cuáles creo que son mis responsabilidades? Y en función de nuestras respuestas podremos ir definiendo los hábitos que queremos interiorizar y seremos impulsadas a continuar el proceso.

En mi caso, entiendo que soy creyente en Cristo, esposa y madre de dos niños (y una en camino) a quienes educo en casa a la vez que me ocupo de ésta. Quiero y necesito tener tiempo con el Señor, servir a mi esposo e hijos, tener una idea de lo que haremos como parte de su educación y mantener la casa en orden. A partir de ahí entonces puedo pensar qué hábitos necesito desarrollar en mi sistema de actividades diarias a fin de llegar a mis metas.

Dice James Clear que conforme se crea el hábito, la actividad cerebral disminuye. Al respecto, considero que una de las cosas que limitan nuestro desempeño es concientizar mucho las actividades que deberían ser automáticas y permitirían liberar nuestra mente para otras cosas como meditar en la Palabra, intentar memorizar versículos o cantar alabanzas.

Y es que, como creyentes, esa debe ser nuestra meta. Que ante las responsabilidades y tareas diarias, usemos las herramientas disponibles, como la formación de hábitos, para que, cualquier cosa que hagamos sea para la gloria de Dios.

Gaby Nieblas

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