Reflexión del Libro
No podría decir a ciencia cierta cuándo sucedió mi conversión. Suena extraño, porque he escuchado a muchas personas decir la fecha y a veces hasta la hora exacta en que se convirtieron a Cristo. Puedo decir que escuché por primera vez acerca del evangelio y le puse algo de atención, hace aproximadamente 25 años. Desde entonces, han sucedido muchas cosas y mi caminar cristiano, si puede llamarse así, ha sufrido muchos ires y venires.
Desde ser una observadora distante pero interesada, a estar muy comprometida con un ministerio en la iglesia local. Por momentos, estudio y lectura, por momentos, emoción y búsqueda de algo más.
Hubo inclusive un tiempo en que me sucedió lo impensable, me mudé de ciudad y mudé también mi ferviente compromiso… con la iglesia. Me aparté, si cabe, del camino del Señor. O quizás, nunca estuve realmente en el camino del Señor.
No puedo menos que asumir mi responsabilidad por cada una de las decisiones equivocadas que tomé durante los años en que sin darme cuenta me aparté de las enseñanzas que había recibido hasta entonces, pero me pregunto, si realmente el mensaje del evangelio había tocado mi vida al punto en el que simplemente no puedes apartarte, porque una vez tomas del Agua de Vida, no puedes despegarte de La Fuente. Una vez conoces al Salvador, es que no puedes mirar hacia otro lado, porque hacia donde mires, Él está presente. Él tiene la facultad de llenar tu vida por completo y aún a pesar de que haya ocasiones en que las contrariedades de la vida nos agobian, Él Señor te agarra de la mano y hasta te carga en Sus preciosos brazos.
Pero esto no sucede por casualidad. No sucede porque escuchaste que Dios es amor o porque estabas ahí cuando un predicador llamó al frente para hacer una oración y tú, fuiste hasta allá y repetiste la oración.
Y no porque no sea verdad que Dios es amor. Dios ES Amor y ES Santo y ES Justo y ES La Verdad. Ni siquiera podemos definir Su Grandeza, Su poder y Autoridad. Solo vislumbramos que Él es Todo y es Eterno y es el más Excelso y Puro. Aún diciendo esto, nos quedamos cortos ante Su Inmensidad.
La verdadera conversión sucede porque hay en el fundamento un Propósito Eterno; respaldado por la garantía incuestionable que otorga la bondad y el amor del Dios que dirige y gobierna todas las cosas por la eternidad.
A medida que iba avanzando en la lectura del libro El Evangelio de hoy…, no pude evitar preguntarme ¿cuándo comencé a transitar en los caminos del Señor? Yo había llegado a ser parte de una congregación, y se sentía bien ser parte, se sentía bien hablar del Señor y escuchar Su Palabra cada domingo. Se sentía bien disfrutar de la compañía de otros cristianos. Pero, aunque todas estas cosas son buenas, no son evidencia de estar caminando en los caminos del Señor.
Yo necesitaba ser consciente de que estaba condenada a morir, de manera irremediable y justa, porque había transgredido la Ley del único y verdadero Dios; Santo, Creador del Universo, Autoridad Suprema y Providencia Divina. No tenía ningún otro destino, de no ser porque Él decidió en Su eterna sabiduría, otorgarme el perdón de mi deuda y asignar el pago a Su Único Hijo.
Yo necesitaba creer en La Verdad y que mi única esperanza estaba en La Gracia Divina a través del Salvador.
No estoy segura de que mi conversión ocurrió hace 25 años, pero estoy agradecida con El Señor por haberme concedido que un buen día, talvez mucho después, me diera cuenta de mi condición, del pecado que me apartó de Él, pero también de mi necesidad de perdón y gracia. Y le pido que me ayude a estar siempre alerta, para mantener presente en mi espíritu, mi alma y mi cuerpo, el valor de una salvación tan grande.
Cuánto necesita escuchar el mundo, La Buena Noticia. Sí, pero solo tiene sentido si sabes por qué es una Buena Noticia. No es hasta que nos damos cuenta de cuán miserable es nuestra condición, que se nos hace posible llegar a anhelar lo que solo El Señor nos ofrece.
Cuando nuestros ojos son abiertos y podemos ver cuán grande es el amor de Dios, que nos libró del poder del pecado y de la muerte.
Quiera El Señor movernos a llevar este mensaje, sea cual sea nuestro llamado, ya que es la comisión de todos los creyentes en Cristo. Pero que sea el mensaje presentado con claridad y sin tergiversaciones, para que aquellos quienes escuchen, no tomen rutas falsas o caminos que no son los caminos del Señor.
Dependamos de Él para hacer la obra y escuchemos: “Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”