Basado en el libro: La Madre en el Hogar
Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.
2 Timoteo 3:15
En la era en la que vivimos, utilizamos la palabra influencer para referirnos a “una persona con capacidad para influir sobre otras, principalmente a través de las redes sociales.” como lo describe la RAE; o bien, “Persona que destaca en una red social u otro canal de comunicación y expresa opiniones sobre un tema concreto que ejercen una gran influencia sobre muchas personas que la conocen; especialmente, cuando influye en los hábitos de consumo de sus seguidores” según el Diccionario Oxford.
Es interesante notar como estas dos definiciones hablan acerca de las capacidades de comunicación de una persona que produce un cambio en los hábitos de otro.
Y con eso como contexto; quiero volver a la memoria que en el libro de La Madre en el Hogar; el autor, John S.C. Abbott nos llama a ser de influencia para nuestros hijos. Y esto pareciera algo que damos por hecho o que se da por la simple convivencia con nuestros hijos. Pero lo que realmente nos llama el autor es a ser la mayor influencia de nuestros hijos durante su edad formativa. Y lamentablemente aquellos llamados influencers, son quienes van delante en el camino al corazón de nuestros hijos.
Los siguientes 3 puntos a mi parecer son clave para que nuestros hijos sigan nuestra influencia:
- Vive en integridad
- Interésate por su corazón
- Comparte el mensaje completo
Vive en Integridad
En comparación con lo que vemos en redes sociales, la vida real no se ve siempre a través de los mejores filtros. En la intimidad de nuestro hogar es donde se evidencia nuestra impiedad. Nuestros prójimos más próximos son los primeros en ver si en verdad creemos lo que decimos creer.
Con las personas tras la pantalla es fácil creer o consumir sus productos, pues los hacen parecer verdaderos, confiables y provechosos para nuestra vida o para algún deseo. Pero a final de cuentas nadie puede confiar ciegamente en alguien que no conoce.
Ahora bien, como creyentes, somos llamadas a vivir en la luz; somos discípulas de Aquel que es El Camino, La Verdad y La Vida , y por lo tanto necesitamos caminar en la verdad; experimentar una vida cristiana real, diaria y en íntima relación con el Padre. Esto no solo transformará nuestros corazones para vivir de forma más piadosa, sino que establecerá las bases de confianza y credibilidad en la relación con nuestros hijos.
Interésate por su corazón
Ahora bien, no solo es modelar una vida de piedad a nuestros amados hijos, sino que así como el Padre se ha acercado a nosotras, nos acerquemos a ellos para conocer sus miedos, sus anhelos, sus intereses, sus formas de expresión, sus batallas, etc.
Las Escrituras hablan acerca de que el mundo está tratando sin parar de amoldar nuestras mentes a su forma (Romanos 12:2), que sigamos sus estándares, que no importa si opinamos diferente, que tenemos que abrazar lo que llaman “bueno”. Pero la instrucción es clara; no nos amoldemos a este mundo. Con esto sabemos que los hijos, los esposos y nosotras mismas estamos en una batalla diaria por no cuajar dentro del molde del mundo. Somos diseñadas de maneras diferentes con el único propósito de dar gloria al Señor. Así que no imitemos al mundo tratando de que nuestros hijos se amolden a nosotras, sino que ellos tengan una mente transformada que los conduzca a conocer la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios para sus vidas.
Por eso es necesario conocer como el Padre los ha diseñado de manera particular. Como madres el reto es caminar con nuestros hijos en dirección al Padre, sabiendo que cada peculiaridad de su personalidad es puesta por el Creador, con el propósito de alabar Su Nombre.
Comparte el mensaje completo
Y por último, necesitamos capacitarnos en la Palabra de Dios para dar razón de la fe que ya vivimos. Es importante ser creyentes que leen, estudiadas y entendidas de la fe y la doctrina; pero también llenas de amor al Padre y al prójimo, que saben andar por valles y collados poniendo en práctica lo aprendido.
Enseñemos a nuestros hijos con palabra y obra. Hablémosles de cómo vivíamos sin esperanza, del pecado que nos condenaba a muerte, del Señor Soberano y Santo que repudia el pecado, de como Cristo nos ha rescatado, de cómo desde que somos justificados podemos disfrutar de la vida eterna, de la eternidad donde se nos está preparando morada. Anunciemos el Evangelio completo a nuestros hijos.
Así, con pasos confiados, seguros y con el Señor por delante, sigamos el ejemplo de la madre y abuela de Timoteo, que desde pequeño fueron su influencia en el Señor para que un día fuera sabio para la Salvación en Cristo Jesús. (2 Timoteo 3:15)
Alejandra de Servín